Seremos sinceros, cuando se trata de innovación, a veces es preferible realizar pequeñas pruebas que un gran análisis. Bien lo decía James Clear “Pasa a la acción, haz muchas apuestas pequeñas y efectúa muchos experimentos rápidos (pero reflexivos). Luego, duplica los ganadores”. En muchas ocasiones, este es el camino directo hacia un verdadero cambio conectado con la realidad.
Por supuesto, la innovación educativa es un proceso complejo que requiere de experimentación y prueba-error. Por ello, hoy exploramos la importancia de ejecutar pequeñas pruebas para impulsar la implementación de nuevos procesos y tiempos.
“Es mucho más fácil notar cuando algo está funcionando que predecir de antemano si funcionará”. Es muy difícil saber con certeza si un nuevo enfoque o método funcionará, pero es mucho más sencillo identificar cuando algo está dando resultados positivos.
En este sentido, los educadores deben estar dispuestos a realizar pequeñas pruebas para innovar en sus aulas. Las cuales pueden ser de todo tipo: desde utilizar una nueva herramienta tecnológica hasta implementar una nueva metodología de enseñanza.
Solo así podrán obtener la oportunidad de experimentar con nuevas ideas sin comprometerse por completo.
¿Y qué se hace en caso de error?
Si una prueba no funciona, no pasa nada. Se puede aprender de la experiencia y probar algo nuevo.
Este punto es importante porque a menudo los educadores tienen miedo de fracasar (Sí, no eres el único). Sin embargo, es crucial que recuerdes que el fracaso es parte del proceso de innovación. Si una prueba no funciona, no significa que la idea sea mala. Simplemente, no funcionó en ese contexto específico. ¡Así que tienes otra oportunidad!
Por ejemplo, si pruebas un nuevo método de enseñanza y los estudiantes no logran los resultados esperados, puedes identificar qué aspectos del método pueden mejorarse.
¿Y si funciona?
¡Lo primero es celebrar! Esto te dará un impulso para seguir innovando. Puedes replicar la prueba en otras aulas o incluso escalarla a un nivel más amplio.
Además, al ver que tus ideas están teniendo un impacto positivo en el aprendizaje de los estudiantes, te sentirás más propenso a seguir innovando. Será como el combustible que necesitabas para continuar avanzando sin parar.
Igualmente, una prueba exitosa puede ser replicada en otras aulas para ver si tiene el mismo efecto. Incluso, se puede implementar o en un sistema educativo completo.
Aquí hay algunos consejos para realizar pequeñas pruebas en el aula:
Elige una idea factible
Esto ayudará a garantizar que sea exitosa y que tanto tú, como otros educadores y finalmente estudiantes, puedan aprender de ella rápidamente.
Por ejemplo, podrías probar un nuevo método de enseñanza en un grupo pequeño de estudiantes durante una semana. Esto sería mucho más factible que implementar un nuevo programa de estudios en toda la escuela a la vez.
Define claramente tus objetivos
Así como ningún atleta sigue corriendo cuando no hay una meta clara a donde llegar, tú no durarás mucho tiempo experimentando sin objetivos definidos, pues estos son los que te ayudarán a medir el impacto de la prueba y a determinar si fue un éxito o un fracaso.
Los objetivos de la prueba deben ser específicos, medibles, alcanzables, relevantes y oportunos. Por ejemplo, uno podría ser aumentar la participación de los estudiantes en clase en un 20%.
Recopila datos para medir el impacto de la prueba.
Así, podrás determinar si tuvo un impacto positivo o negativo en el aprendizaje de los estudiantes.
Los datos pueden recopilarse de una variedad de fuentes, como pruebas, cuestionarios, observaciones y entrevistas.
Por último, pero no menos importante, debes estar dispuesto/a a aprender de tus errores y mejorar tus ideas.
Aquí hay algunos consejos adicionales para realizar pequeñas pruebas en el aula:
- Trabaja con otros educadores para compartir ideas y obtener apoyo.
- Busca recursos en línea y en tu comunidad para obtener ayuda.
- No tengas miedo de pedir ayuda a los expertos.
Ley 1: hazlo obvio
Muchas veces pensamos que nos falta motivación, cuando en realidad carecemos de claridad. Por eso, Clear explica que debemos comenzar el proceso de cambio, concientizándonos de lo que estamos haciendo. Así, sabremos exactamente cuál será el proceso y el porqué del mismo.
Ley 2: hazlo atractivo
El ser humano no suele hacer nada que no lo atraiga o capte su atención, y si lo hace, ciertamente no será por vocación. Por ello, cuanto más atractiva sea una oportunidad, más probabilidades hay de que se convierta en un nuevo hábito.
Recuerda que el cambio de comportamiento se forma a partir de un impulso de dopamina, por lo que esta debe estar presente a lo largo de todo el proceso para continuar actuando en consecuencia.
Ley 3: Haciendo fácil la respuesta
Por otro lado, debes enfocarte en actuar. Porque está perfecto querer planificar todo a la perfección para anticipar todo riesgo de fallar, pero en algún momento tendrás que actuar.
No olvides que la forma más efectiva de aprender es la práctica. Así que enfócate en la repetición y no en la perfección.
La formación de hábitos es el proceso mediante el cual un comportamiento se vuelve progresivamente más automático a través de la repetición.
Ley 4: hazlo satisfactorio
Finalmente, es crucial que toda la experiencia sea lo más satisfactoria posible. Debes sentir el éxito de inmediato, por más pequeño que sea el logro. Recordemos la norma cardinal del cambio de comportamiento: “Lo que se recompensa de inmediato se repite. Lo que se castiga de inmediato se evita.”
Llegados a este punto, podemos decir que, definitivamente, James Clear te puede ayudar a hacer un verdadero cambio conectado con la realidad para darle paso a la innovación, pero si necesitas más apoyo, siempre puedes acudir a herramientas pedagógicas innovadoras, como nuestro Doctorado en Educación e Innovación, que te preparará para liderar el cambio en el ámbito educativo.
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